Pastas Gloria

Pastas Gloria

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Recientes estudios han demostrado que el nombre más común en el gremio de las mujeres que se convierten en madres de más de 3 hijos, se hacen llamar ‘Gloria’. Es el caso de mi madre, quien se llama así: Gloria Amparo.

Incluso, hace poco la empresa ‘Telefónica Telecom’ quien era la patrocinadora oficial de la selección colombiana de fútbol, hizo una convocatoria para reunir a todas las “Glorias” posibles en Colombia. Imaginen no más la cantidad de Glorias que pueden existir para que una empresa haga una convocatoria semejante, solo por el nombre “Gloria”. Finalmente no supe cuantas fueron, pero en el comercial se ve que habían muchísimas, menos mi mamá, mi Gloria.
El comercial tiene música del fondo del cantante italiano setentero Umberto Tozzi, y por supuesto la canción se llama…. Gloria.

“Gloria,
faltas en el aire
falta tu presencia…
tra la la… la la la la la… la la la…”

Yo vine a oír esa canción como en los 90’s, hacia el año 95 más o menos; a esas baladas viejas se les llama popularmente “música para planchar”; mi mamá se la pasaba oyendo esa música, y por supuesto, me la aprendí. También aprendí a planchar.

Bueno, pero me desvié del tema, en realidad lo que iba a escribir es acerca de la comida, pero de la comida que no me gustaba cuando pequeño.

Había comida desagradable, pero desagradable no es suficiente para describir las acelgas, son horribles. Ese ser despreciable que mi mamá disfrazaba con huevo revuelto, cebolla y tomate para que me las comiera, y ni camuflándolas fue posible.

Un poco menos desagradable era la sopa de pasta, pero aún así, tomármela era todo un ritual o tal vez un desafío y es acá donde empieza la historia.

Situación: Yo, atado a la silla del comedor con la correa de mi mamá.
En frente de mi: Sopa de pasta, fría, con una nata en su superficie, y lo único digerible en ese momento eran las arvejas; afortunadamente había muchas en la sopa y yo solía jugar con ellas. A veces las tiraba de un lado al otro de la mesa como si fueran canicas y se las lanzaba a mi hermano Pipe; bueno, cuando no se quedaba dormido en el plato esperando a que la sopa desapareciera por arte de magia, pues a él también lo amarró mi mamá a la silla con la correa, para que se tomara la sopa que tampoco le gustaba.
En otras ocasiones me metía las arvejas entre los dientes y los labios, parecía que tuviera rostro de boxeador con la boca hinchada; jugaba con ellas a apretarlas hasta que se desbarataran en la boca, ahí si me las comía. Era divertido, hasta que se acababan las arvejas, y mi mamá bajaba desde el tercer piso a obligarnos a tomar la sopa fría.

Tuve tres oportunidades de hacerle trampa con la sopa de pasta:

La primera fue cuando logré devolver la sopa a la olla; iba corriendo a coger una silla para alcanzar la olla, la destapaba, echaba todo el contenido frío de mi plato, volvía a la silla.: “Mami, ya me tomé la sopa” le gritaba yo. Cuando mi mamá bajó, revisó el plato, lo vio vacío, pero seguro pensó que tanta dicha no era cierta, se fue a ver la olla y estaba en la misma medida que tenía justo antes de servirnos la sopa, entonces me volvió a servir otro plato y no se iba de mi lado hasta que me la tomara. ‘Al que no toma un plato se le dan dos tazas’ reza el dicho; a regañadientes y llorando me la tuve que tomar.

Segundo intento: Cómo mi mamá ya sabía que yo devolvía mi plato a la olla entonces se me ocurrió una excelente idea. Meter la sopa en una bolsa y botarla, pero en la caneca no podía porque inmediatamente lo notaría. Lo único que se me ocurrió fue meter la bolsa llena de sopa de pasta debajo de las escaleras, pues en la casa de mis papás ese espacio bajo las escaleras estaba lleno de herramientas y estaba seguro que jamás lo notarían: “Mami, ya me tomé la sopa” le gritaba yo.
Unos meses después el olor me delató, recibí 2 correazos y más sopa de pasta.

Pero a mi definitivamente la sopa de pasta no me gustaba, sólo las arvejas. Por eso, un día cualquiera, se me ocurrió una idea mucho mejor.
Sabía que el patio de la vecina estaba techado hasta la mitad, pues desde el segundo piso se podía ver una pepa de mango que había lanzado allí desde hace algunos años y nadie lo había notado.
Fue entonces cuando agarré una bolsa plástica, le metí la sopa de pasta, fuí corriendo al patio, y la lancé por los aires calculando que cayera en el techo del patio de la vecina, justo donde reposaba placidamente la pepa de mango, subí corriendo las escaleras, y le dije a mi mamá:
“Mami, ya me tomé la sopa, Gracias!” y me fui a mi cuarto.
Nunca imaginé poder desprenderme tan fácil de la sopa de pasta; en mi reposaba esa satisfacción de haber logrado la hazaña, pues, mi mamá jamás lo notaría.
– Ding dong… (sonido del timbre de la casa) Fin de la historia.

Jamás olvidaré ese correazo que me dio doña Gloria, yo creo que lloré y me sobé la nalga aproximadamente 10 horas.
Y ahora que recuerdo la historia, hubiese disfrutado mucho abriendo la puerta de mi casa, justo después de haber lanzado la sopa de pasta a la vecina, pues enfurecida ella, llegó a quejarse con mi mamá, porque aseguró que del cielo, y desde la dirección del patio de mi casa, zanahorias, papas, arvejas y mucha pasta le ensuciaron no solo la ropa blanca que tenía colgada en el patio, sino la ropa que llevaba puesta. Cuanto hubiese disfrutado ese momento.

 

Gloria…
Arvejas por el aire…

 


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Teoría del espermatocidio

Teoría del espermatocidio

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Hice un corto, superficial y poco exhaustivo análisis con respecto a la controvertida y ahora hundida Ley de Prohibición del Aborto en Colombia y llegué a la siguiente conclusión:

Se dice que ya hay vida cuando uno de los 300 millones de espermatozoides que divagan en el vientre femenino fecunda un óvulo. Me atrevo a plantear que eso es, en parte, falso: para mí, hay vida antes de que fecunde el espermatozoide.
¿No hay vida ya en los espermatozoides, desde que tiene libre movimiento en el epidídimo masculino? ¿O cómo es que adquieren movilidad los espermatozoides para viajar a través de los conductos seminíferos a buscar óvulos en territorios desconocidos? ¿Alquimia Mágica Intragenital?
Para mí, ya hay vida.
¿Se han puesto a pensar que los espermatozoides que nunca fecundaron un óvulo mueren después de que, antidemocráticamente, solo uno de ellos llegara a fecundar el óvulo? ¿Y de quién es la culpa? ¿Quién los mató, la mujer o el hombre? ¿Fue homicidio accidental culposo?
Podría decirse que la culpa es del hombre; pero no del que eyaculó, sino de aquel que de forma egoísta fecundó el óvulo femenino. De ser así, deberían arrestar y juzgar a todo aquel que nazca, pues es el principal testigo y sospechoso de tan fatal Espermatocidio.
Si hacemos un pequeño cálculo, con tan solo 4 eyaculadas, un hombre podría poblar todo el territorio de China. Básicamente eso lo convertiría a uno, por la cantidad de muertes, en alguien equivalente a 43 Hitlers.
Pero no, yo digo que la culpa sí es del hombre, del que eyaculó, pues en su vientre, bajo su protección y cuidado, reposaban plácidamente cerca de 300 millones de seres vivos, y dejó al azar del destino su suerte y, por ende, el final de su vida.
Aquí finaliza mi teoría.
Entonces, yo les propongo a los congresistas de la República de Colombia, creadores de la Ley Anti Aborto, que si van a sacar leyes ridículas, entonces, tengan en cuenta mi “Teoría del Espermatocidio” y, siendo consecuentes con lo anterior, tendrían que sacar una Ley Anti-Eyaculación.
Pero como eso en nuestra sociedad machista no funcionaría, sugiero a los señores congresistas que, por iniciativa y para evitar el aborto antes del aborto, dejen de tener sexo o cualquier cochinada que practiquen que atente contra alrededor de 300 millones de seres vivos y, de paso, así evitar su trágica multiplicación, pues hay mujeres (y hombres) en este mundo que no quieren que ustedes se reproduzcan.
Matando el tiempo

Matando el tiempo

matando el tiempo
Comprobé que es mentira que la fotografía detiene el tiempo.
Por ejemplo el jueves pasado iba tarde a una reunión, y decidí entonces, detener el tiempo. Saqué mi cámara, mi máquina controladora del tiempo, buscaba la supuesta solución que detendría rápidamente el tiempo el cual sin piedad golpeaba mi preocupación y castigaba mi incumplimiento.click-tic, click-tac, click tic, click-tac….

Luché la batalla que ganó una vez más el tiempo, quien no se rindió ni un solo segundo.

Atrapado en el limbo tiempo-espacio, confundido y confiado, pensando que mi maquina del tiempo me solucionaría el percance concluí que es imposible detener el tiempo.

Perdí mi cita!…

Pero, qué pasó con el tiempo que duré tratando de detener el tiempo? simplemente murió o lo mate por mi destiempo? de ser así disculpen si llego tarde, pues me encuentro aniquilando segundos con mi máquina del tiempo.


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